
Enjoygram, Little Enid y su llaga nutritiva
Si la remediación es la respuesta, en otros medios, a un texto anterior, el diario personal no es otra cosa que la voluntad de exportar la vida al territorio de la palabra. La forma de responder a la textura vívida que es nuestra existencia con la textura del lenguaje escrito, que decodifica la plenitud de nuestra soledad. El diario personal es, por tanto, remediación y ampliación de la vida.
El diario éxtimo, en contraposición al diario íntimo, tiene voluntad de mostrar y de mostrarse. Si el diario íntimo es la autarquía de la soledad, lo éxtimo es el reino del otro, la concepción de la intimidad como cuerpo extraño, como fractura del yo a través de la cual se introducen los otros, para colonizarnos y contribuir a la construcción de esa extrañeza inestable a la que llamamos identidad.
Desde esta perspectiva, el diario éxtimo se erige como escenario literario no ya de la ficción, sino de la necesidad de ensanchar los límites de la vida y de hacerlos no menos inciertos, pero sí más ricos y múltiples gracias a la intervención de los otros.
Si bien es cierto que el ser humano necesita de las estructuras narrativas para organizar el mundo y dar sentido a la vida, el diario éxtimo, con su narrativa ausente, no tiene voluntad de tranquilizar ni de ordenar, sino de sacar a la luz el espacio del desastre, la onírica del yo en la soledad. Y es precisamente en la conciencia de necesitar al otro para construir identidades donde reside una belleza que hace soportable el mundo y que da sentido a los diarios éxtimos.
El diario éxtimo es, por tanto, a-narrativo: no relata el mundo, sino que lo ensancha, desde una subjetividad que desgarra el solipsismo porque pide a gritos la presencia de otro. Por eso es exhibicionista. No se narra el yo, sino que se expone al mundo para que el mundo lo alimente.
Si, como dice Carlos Alberto Scolari, la literatura transmedia es “un relato donde la historia se despliega a través de múltiples medios y plataformas de comunicación, y en el cual una parte de los consumidores asume un rol activo en ese proceso de expansión, que impregna la vida diaria” 1, el diario en el entorno digital no es sino la expansión del yo que se despliega y se diversifica, ampliando la experiencia de lo cotidiano gracias a las relaciones sociales y las prácticas culturales, que intervienen, afectan y modifican nuestra intimidad.
El entorno digital puede leerse como una compleja estructura de diarios éxtimos en el que unos y otros se buscan y se desean, porque desean construirse y reencontrarse consigo mismos, más allá de sí mismos.
Muros, comentarios, gusteos, estados, tumblrs, tweets, selfies, autopromociones configuran estos nuevos lenguajes, estas nuevas escrituras del yo, caracterizadas por su labilidad genérica, por su fragilidad. Y aunque a veces sean panfleto insoportable, o mero entretenimiento, otras veces soprenden y emocionan por la literatura al borde que emana de la pantalla y que dinamita las fronteras entre realidad y ficción. Para apreciarlo hay que estar siempre atento, siempre ojo avizor.
Por eso no soporto los discursos, fundados en el miedo y el desconocimiento, sobre la pérdida irremediable del pudor, sobre la exposición al descubierto del yo. No aguanto las moralinas sobre los selfies como patética forma de soledad o sobre la exhibición como escándalo público.
Estas perspectivas son incapaces de comprender que el entorno digital permite aumentar nuestra existencia y sacar a la superficie la intimidad del yo que, lejos de ser único e intransferible, se revela como universal y comunicable. Son incapaces de comprender que la red es un espacio de intimidad colectiva: una estructura de subjetividades que nos nutre y se nutre. Todo un festín.