Laura Fernández: “El periodismo lo que hace es ficcionar la realidad, cualquier realidad”

Nos reunimos para charlar con Laura Fernández (Terrassa, 1981), escritora, periodista de la sección cultural de diversos medios españoles y autora de novelas como Bienvenidos a Welcome (Elipsis Ediciones, 2008), Wendolin Kramer (Seix Barral, 2011), El show de Grossman (Aristas Martínez, 2013) y La chica zombie (Seix Barral, 2013). En la siguiente entrevista hablamos con la autora catalana sobre ciencia ficción, realidad, novelas corales, periodismo, alter egos, supervillanos, Philip K. Dick, Kurt Vonnegut y otras muchas cosas.

¿Cómo se inicia tu interés por la escritura?

Empezó hace mucho mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana. Yo era una niña aburrida y solitaria que no hacía otra cosa que leer y que un buen día quiso tener una máquina de escribir para escribir sus propias historias. No sé cuándo empezó todo, pero supongo que alrededor de los ocho años, cuando empecé a leer sin descanso. Para los 12, eso sí, ya tenía más que claro que lo único que quería hacer era escribir.

Además de dedicarte al mundo de la literatura, también tienes una formación periodística y trabajas de ello. ¿Qué te aporta el periodismo?

En primer lugar, el periodismo fue una coartada. En mi casa nadie más que yo leía y no entendían que aquello de escribir pudiese tener un futuro, así que tuve que buscarme una profesión que consistiese en escribir. Escribir y vivir aventuras. Así, al menos, lo veía yo en aquel entonces, cuando leía revistas juveniles y soñaba con ser la corresponsal en Los Ángeles y entrevistar a tipos como Kirk Cameron. Así que lo que primero me dio fue una coartada y luego, ¿qué? Luego me dio justo lo que esperaba: aventuras.

Para alguien tan curioso como yo, el periodismo es algo así como un amuleto. Te abre cualquier puerta. Te permite preguntarle a cualquiera por cualquier cosa. Sobre todo es aprendizaje. Aprendes porque puedes preguntar. Porque estás allá donde no está nadie más. Y en mi caso, que además me dedico al periodismo literario, me ha permitido conocer a escritores que admiro horrores, escritores que me han salvado la vida, como Robert Coover.

El periodismo tiene un alto componente realista, mientras que las obras literarias favorecen la ficción. ¿Cómo concilias ambas modalidades?

Oh, odio la realidad. Prefiero la ficción. El hecho de dedicarme al periodismo literario hace que puede evitar fácilmente la realidad que tanto (evidentemente) se asocia con el periodismo. Pero he de decir que el periodismo lo que hace es ficcionar la realidad, cualquier realidad, así que en el fondo estoy a salvo en cualquier caso. Aunque un vistazo a las entrevistas que les hago a los escritores basta para descubrir que siempre estoy tratando de huir de la realidad. Sobre todo les pregunto por lo que leen. Lo que les ha construido como creadores de otros mundos.

¿De dónde viene tu atracción por la ciencia ficción y el mundo del cómic?

La ciencia ficción, para mí, es LIBERTAD, con mayúsculas, es la ficción máxima, el todo puede pasar de cualquier manera y en cualquier lugar, por eso me gusta. No sólo me gusta, la adoro. Creo que el mundo sería un lugar mucho más horrible de lo que a menudo es si no existiera la ciencia ficción. Digo a menudo que las novelas de Philip K. Dick son como gasolina para mí. Las novelas, los relatos. Douglas Adams. Robert Sheckley. Cualquier ciencia ficción con un componente absurdo o ligado a la vida cotidiana. Una vida cotidiana delirante, como la que tienen los personajes de Dick. No es tanto la ciencia ficción, sino el contexto de libertad. El poder inventártelo todo.

En cuanto al cómic, en realidad, no me apasiona tanto como parece. Soy muy fan de Peter Bagge, que precisamente hace un cómic (delirante, sí, pero) realista, y desde que publiqué Wendolin Kramer, curiosamente, soy lectora de cómics de superhéroes, entre los que he encontrado auténticas obras maestras, como el She-Hulk actual de Charles Soule y Javier Pulido.

A pesar de contar con personajes protagonistas, como sería la superdetective Kramer o Erin de La chica zombie, la mayoría de tus novelas se construye en torno a grupos de personas que conforman una especie de novela coral. ¿Qué te mueve a la elección de novelas que contengan varias voces?

Uhm. Esta pregunta es delicada. La verdad es que, parafraseando a Kurt Vonnegut, yo también creo que el estilo de un escritor nace de sus limitaciones. De hecho, la frase acudió a mi mente antes siquiera de saber que Vonnegut, un escritor al que admiro muchísimo, la había pronunciado antes. Y una de mis limitaciones tiene que ver precisamente con la incontinencia a la hora de crear personajes.

Mi primera novela, Bienvenidos a Welcome, es una auténtica orgía en ese sentido. Al menos hay 80 personajes y de todos ellos podrías decir qué harían exactamente si ahora mismo entrarán por esa puerta. Cualquier puerta. La puerta de una cafetería, la puerta de la habitación en la que estoy escribiendo esto. Porque todos son únicos. Y a la vez todos tienen un pedazo de mí. Y eso es precisamente lo que los hace únicos. Lo que hace que pueda meterme en su cabeza y pensar como ellos. Que, en cierto sentido, los entiendo, porque son como yo.

Creo que cada uno de nosotros es inagotable. Que tenemos una colección prácticamente infinita de personalidades. Es algo que encuentro fascinante. Pero la razón por la que creo personajes sin descanso tiene más que ver con mi incapacidad, por ejemplo, para describir lugares. Oh, es algo que odio. Soy la clase de lectora que tiende a saltarse las descripciones demasiado minuciosas. Me aburren. Y yo no quiero aburrirme cuando escribo. Así que no describo. Prefiero meterme en la cabeza de un personaje y dejar que la escena arranque desde ahí. Desde su cabeza. Desde un recuerdo, no sé, cualquier cosa.

Otra cosa que me ocurre, y he de reconocer que es bastante extraño, es que soy incapaz de seguir a un único personaje. O a dos. O a tres. No sé. Me resulta complicadísimo. Tengo que crear todo un enjambre de personajes para que la cosa funcione dentro de mi cabeza. Mi mundo es una multitud.

Es sumamente interesante esta técnica narrativa sobre todo porque el tema principal de tus obras es la soledad. ¿Es una manera de paliarla o, al contrario, de evidenciarla?

Supongo que es una manera de evidenciarla. No es para nada consciente, pero ahí está. En mis novelas hay decenas de personajes, solos, que se buscan, y a veces se encuentran, y a veces simplemente, se dejan pasar de largo.

También abundan las onomatopeyas entre paréntesis. ¿De dónde nace  este afán por marcar lo que envuelve y enmarca a los personajes en su cotidianidad?

Lo cierto es que no lo sé. Me suena bien. Me gusta. He leído onomatopeyas en novelas de algunos de mis escritores favoritos. Desde Richard Brautigan a Bukowski, pasando por Hubert Selby Jr, pero nunca de esa manera, nunca entre paréntesis. Supongo que lo del paréntesis, como la idea del pensamiento del narrador (que se intercala en cursiva, y aparte), tiene más que ver con Stephen King. No sé, me gusta que vivan en un universo sonoro, en el que las naves se posan sobre la Tierra con un delicado (FLOP).

En tus libros aparecen varias veces mencionado el nombre de Robbie Stamp, una escritora de relatos fantásticos de cierto éxito. ¿Cómo nace este personaje? ¿Qué se esconde bajo sus repetidas apariciones?

Robbie Stamp es lo más parecido a un alter ego que he creado nunca. En realidad es una manera de hablar de mí y de cómo me siento a veces. Haber crecido en un lugar en el que eras la única lectora (como le ocurre a Erin Fancher, por ejemplo) y en el que lo sigues siendo (mi familia, mi entorno más cercano en ese sentido, sigue muy al margen de todo lo que tiene que ver con lo literario) me hace sentir como un ser de otro planeta.

O, como justo lo contrario, como la escritora a la que no leen en su planeta pero sí en otro, en el caso de Robbie, Rethrick. Lo que ocurre con Robbie es que en la Tierra nadie sabe quién es, pero en Rethrick, un planeta fan de la Tierra, es toda una celebridad. Todo el mundo la lee e incluso existe una Academia para Escritores que lleva su nombre. Me gusta fantasear con que existen otros mundos en los que Kilgore Trout (el escritor maldito de Kurt Vonnegut, una especie, también, de alter ego del autor), en los que Robert Sheckley, son tan famosos como deberían serlo en este.

En El show de Grossman escribes: “Estoy en la Tierra. Y no te va a gustar lo que voy a decirte. Resulta que no es de color azul. Es de color gris. El suelo es gris y los edificios son grises y todo es gris. Echo de menos el rosa.” ¿Realmente nuestro mundo es gris? ¿Qué buscas a través de la ciencia ficción?

Nuestro mundo es infinitamente gris. Digamos que podría no serlo, o que por momentos no lo es, pero que en líneas generales vivimos como si fuera infinitamente gris. Todos podríamos divertirnos mucho más de lo que nos divertimos. Y eso es lo que busco en la ciencia ficción. Diversión. Y lo que trato de transmitir con lo que escribo. Escribo para divertirme y espero que el lector se divierta. Después de todo, si para algo estamos aquí, como diría Kurt Vonnegut, es para hacer el ganso. Que nadie les convenza de lo contrario.

En Wendolin Kramer leemos “Creo que en un mundo como el nuestro sólo podrían existir supervillanos”. ¿Esta afirmación traduce algún escepticismo respecto al ser humano?

Oh, bueno, sí. No me malinterpreten. Soy profundamente humanista y creo por encima de todas las cosas en el ser humano. Adoro al ser humano. Sólo una especie como la nuestra podría dedicarse, no sé, a coleccionar sellos. Osos polares mecánicos. No sé. Como especie, somos encantadores. En todos los sentidos. Pero también podemos ser terribles. Y creo que el mundo, la manera en que nos hacen concebir el mundo, pide de nosotros que seamos terribles, porque no hay lugar para inocencia más allá de los diez años. Y creo que eso está mal. Porque los tipos que se dedican a desenterrar huesos de dinosaurios siguen manteniendo intacta esa inocencia y si todos fueran como ellos, si todos, como también dice Vonnegut, nos comportáramos como niños de diez años, el mundo sería un lugar mejor.

Los escenarios en los que se mueven tus personajes recuerdan a Estados Unidos excepto en el caso de Wendolin Kramer, que tiene lugar en Barcelona. ¿Es una manera de buscar cierto exotismo? ¿Se trata de una clara influencia estadounidense de tus lecturas?

Más bien lo segundo, pero con matices. Ya hemos hablado antes sobre la ficción y sobre la ciencia ficción y lo que me gusta de ella. Pues bien, yo entiendo la ficción como un algo total, y cuando uno crea un personaje, tiene también que crearle un lugar en el que vivir, y ese lugar, para mí, debe, siempre, ser ficticio. Una especie de escenario de cartón piedra, una ciudad de mentira, en la que ha crecido de la forma en que imagino que ha crecido en mi mente. Trato de crearles, una y otra vez, su propio Wisteria Lane. Un lugar que no existe pero que todos reconocemos porque puede ser cualquiera.

Tienes un blog, Bienvenidos a Welcome, título homónimo de una de tus obras. ¿Qué es Welcome?

Welcome es una ciudad que es también una alfombrilla. Una ciudad que vive para los que vienen de fuera. Una ciudad en la que todo está en venta. Una especie de Barcelona aún más explotada (sí, mucho más) que ha perdido incluso su nombre y ha pasado a llamarse Welcome porque lo único que hace es dar la bienvenida. Es un lugar delirante en el que acaba de aterrizar lo que parece una nave extraterrestre que, en realidad, contiene a un escritor del futuro que ha viajado en el tiempo al momento exacto en el que Dios (un tipo llamado Rico Imperio, el Dios de Welcome) ha muerto. Es mi primera novela. Me gusta considerarla una ‘sit-com’ galáctica. Y en realidad es un homenaje a Duluth (1983), de Gore Vidal.

Respecto al blog, lo tengo demasiado abandonado. La precariedad de mi trabajo como periodista (y el hecho de que tengo dos hijos) me impide dedicarme a ello como querría. En principio iba a ser un rincón de lecturas, lecturas extrañas, lecturas divertidas, un muestrario de pequeñas joyas que me nutren como escritora, pero se ha quedado en el intento.

En tus novelas abundan los periodistas, ¿es una manera de hablar de algo anclado en la realidad y cuya fuente bebes de primera mano?

Es algo inevitable. En el fondo, el escritor, aunque sea de ciencia ficción, siempre escribe sobre lo que conoce. Además, la figura del periodista me parece una especie de comodín. Ideal para explicar cualquier cosa. Un punto de vista externo que, a menudo, aclara los más que evidentes malentendidos que pueden darse en cualquiera de mis historias repletas de personajes.

Para concluir, ¿nos podrías decir qué proyectos tienes en marcha?

Ahora mismo estoy escribiendo una novela que será muy muy larga (llevo unas 200 páginas y al menos tendrá 200 más). Los protagonistas son un escritor de ciencia ficción (muerto) y una azafata aérea adicta al speed dating. Pero hay miles de millones de personajes más. Bueno, no tantos. Pero casi. Casi tantos.
 

Sobre el autor
(Salon de Provence, 1986). Aunque nacida en Francia, España es, sin lugar a dudas, su país de adopción. De hecho, se especializó en literatura española y, concretamente, cursa un doctorado sobre dramaturgia contemporánea. Es co-directora de la Revista de Investigación Teatral Anagnórisis. Y, a pesar de la crisis, también co-dirige la Editorial Anagnórisis, sello digital especializado en teatro y estudios humanísticos.
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