En «Costa del Silencio», Julio Hardisson nos invita a contemplar un paisaje insular semiabandonado, una isla atlántica convertida en un territorio mágico, una suerte de nueva Comala rulfiana donde se destapa la burbuja inmobiliaria como recordatorio de un desastre nacional, y que recurre a la ecología como nuevo intento de recuperación de espacios naturales cargados de salitre, hormigón y aridez.
Y todo ello con una prosa que logra entretejer el tiempo histórico y el geológico, un patchwork de géneros discursivos donde los dos sentidos de la palabra «historia» convergen en el esbozo de una historia natural del turismo.